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3.27.2013

5 enseñanzas del Clásico Mundial de Béisbol


Por Darío Martínez Batlle /40limones.es
Cojollo, hasta vergüenza me da publicar esta limonada TAN tarde, cuando la empecé el miércoles 20 en la madrugada. :( Ni modo, mis perdones, amigos.

Aunque hablar del Clásico Mundial de Béisbol que concluyó con nuestro inmaculado invicto ya es noticia bastante vieja, quiero poner por escrito algunos pensamientos que, en lo particular, me parecen dignos de ser indexados para que queden “buscables” en Google y Yahoo!. Quienes me conocen un poquito saben que me gustan los deportes pero ninguno tanto como el béisbol. Y por extraño que parezca, sólo el béisbol criollo me emociona y me transforma cada octubre.

Sin embargo, el recién concluido Clásico tiene una buena cantidad de lecturas que me parece importante que sean recordadas. Las que más me impactaron en lo personal son las siguientes:

El orgullo
Resulta fácil hablar de orgullo cuando se es parte del país que conquista la corona, pero no es a República Dominicana que me refiero cuando hablo de orgullo, sino a Puerto Rico. Los boricuas, nuestros encarnizados rivales en diversos ámbitos que van mucho más allá de las líneas de cal, llegaron al Clásico Mundial con un equipo que apenas tenía un puñado de nombres “recordables”, encabezados por Yadier Molina, Ángel Pagán y Carlos Beltrán.

Sin embargo, tuvieron el privilegio de disputar el partido final, estando bastante cerca de estropear el mote de “undefeated” que los dominicanos nos ganamos.

Los puertorriqueños jugaron con la pasión y la entrega que caracteriza a un equipo campeón. Me habría dado una vaina si ellos nos ganaban el partido final, pero hubiera pasado, luego de rumiar la amargura, habría terminado con reconocer su valor. Puerto Rico estuvo al borde del abismo en varias ocasiones y se convirtió en el sepulturero del Clásico, derrotando a Venezuela 6-3 en la primera ronda, eliminando a Italia 4-3 y a Estados Unidos 4-3 en la segunda ronda. Luego, en la semifinal del pasado domingo, derrotaron al equipo que había conquistado los dos eventos anteriores, el poderoso Japón, con pizarra de 3-1.

En su trayecto hasta la noche del martes sepultaron MUCHA tradición beisbolera e hicieron tropezar a varios de los equipos que eran dados como favoritos muy por encima de ellos mismos. Eso es simplemente algo digno de orgullo.

El respecto
De nuevo, no hablo de mi país.
Al pensar en “respeto”, lo que me viene a la memoria es la inesperada y asombrosa reacción de Japón al salir derrotados ante Puerto Rico el domingo pasado. Yo he visto cientos de partidos de béisbol y lo usual es que el equipo derrotado se vaya al camerino sin mediar palabras. Pero los japoneses no lo hicieron así.

Mientras los boricuas se adueñaban del terreno de juego con el acostumbrado jolgorio, los miembros del equipo nipón salieron del dugout, se colocaron sobre la línea de tercera base e hicieron una reverencia hacia los fanáticos y luego hacia los ganadores, quienes probablemente ni se dieron cuenta.

No culpo a los borinqueños, pues sinceramente yo tampoco había visto un gesto de ese calibre nunca antes en un partido de béisbol. ¡Cuánta clase y cuánta educación!

Y si bien parece que en ese momento, los jolgoriosos boricuas no se percataron del sencillo acto de humildad de los nipones, el martes quedó demostrado que ese espíritu de respeto y gallardía sí habita en el pecho de los puertorriqueños, quienes salieron al terreno de juego a abrazar y saludar a los dominicanos.

Fue hermoso ver a las dos islas del Caribe fundirse bajo el color del sol que quema. Eso es respeto por el deporte y sobre todo respeto a los fanáticos del béisbol en todo el mundo.
Abrazo caribeño
Abrazo caribeño

El enfoque
El partido del lunes, de una manera que no puedo explicarles, a mí me tenía más preocupado que el final. Perder ante a Puerto Rico habría sido terrible, pero al menos habríamos sido vencidos por un país con historia beisbolera.

En cambio, perder el lunes ante Holanda, habría significado la más absoluta humillación para la República Dominicana.

A estas alturas seguramente ya ustedes saben que fue justamente Holanda el país que nos eliminó en la primera ronda del Clásico Mundial de Béisbol en el 2009, venciéndonos en DOS ocasiones. Muchos dicen (y me adscribo a ese pensar) que esa descalificación fue crucial para que Moisés Alou y Tony Peña procuraran enfocar el ánimo de los peloteros criollos ante la eventualidad de enfrentar, por tercera vez, a Holanda. Salir derrotados esa noche habría convertido a Holanda en un inmenso “cuco” de la República Dominicana.

El destino quizo que el lunes tuviéramos la oportunidad de exorcisar ese demonio, y la manera en la que lo hicimos no puedo describirla mejor que señalando el profundo enfoque que brotaba de los ojos de los dominicanos que salieron al terreno esa noche. Esa convicción de que “yo te voy a ganar” que se leía en cada turno al bate, en especial en el quinto episodio ganador, fue para mí, la mejor enseñanza del juego.

Y miren, yo soy uno que nunca me animo mucho a hacer pronósticos en béisbol, pues este es, sin dudas, el deporte más azaroso que existe… pero si alguna vez he visto un equipo enfocado en la victoria, ese fue Dominicana ante Holanda el lunes.


La diversión
Si algo ha quedado claro a lo largo del invencible trayecto de la República Dominicana en el tercer Clásico, es que este deporte debe jugarse con alegría. Por supuesto, ganar da motivos para sonreír, pero lo que vimos en los ocho juegos es algo más que la alegría de la victoria. Los muchachos de nuestro equipo se pasaron el tiempo siendo “niños en cuerpos de hombres”, jugando con un alto sentimiento de responsabilidad pero siempre con buen ánimo.

Los que seguimos el béisbol otoño invernal recordamos desde el antepasado torneo una secuencia con los brazos que popularizaron los aguiluchos Héctor Luna y Elián Herrera. Primero con el brazo derecho bajaban el puño cerrado dos o tres veces (como un camionero cuando suena el bocinón de su patana) y luego abrían los brazos en diagonal mostrando el pecho con las letras AGUILAS en protagonismo. ¿Algo precioso del Clásico Mundial de Béisbol? Ver cómo esa secuencia se convirtió en uno de los rituales que coronó muchas jugadas ofensivas de los dominicanos.

“Ah, mira, la señal de las Águilas” y sonreír viendo que la había hecho Hanley Ramírez o José Reyes… eso fue “priceless”.

¿Y qué decir del final de los partidos, con un Fernando Rodney intransitable que contagió con su ritual de la flecha a todo el equipo… y a todos los dominicanos? ¿Cuál es el mensaje que estaban enviando al mundo con “la flecha”? No menos que “estamos pasándola bien, nos divertimos, lo estamos gozando!”.

Cuando Robinson Canó ganó el premio a Jugador Más Valioso de la segunda ronda, dijo a la prensa “Tuve una lucha cerrada por este premio con Fernando Rodney, pero como yo soy más buenmozo, el premio me lo gané yo”. Pura chercha, pura diversión.

El compromiso
La gran lección que deja la República Dominicana, a mi entender, es la del compromiso. Todos recordamos el equipo del Clásico del 2009, que en el papel era muy superior a la mayoría de los equipos que jugaron en ese torneo, y hasta mejor que el que tuvimos este año.

Sin embargo, a los peloteros dominicanos del 2009 les hacía falta algo que a los del 2013 les sobraba: Compromiso con la competencia. Se dice que hace cuatro años, lo único que nuestro equipo hizo bien fue fiestar.

Asaltaron los bares y discotecas y llegaban más que borrachos a las prácticas de bateo. El compromiso era mínimo, los egos personales estaban primero que nada.

Eso quedó atrás. Yo sé bien (me consta personalmente) que los peloteros dominicanos son amantes de la chercha, del alcohol y el fiesteo… pero en todo el torneo de este año, no supe de ningún día en que eso fuera un problema. Y ya lo dijo Moisés Alou en una entrevista: “Celebraremos al final”.

Otro aspecto del compromiso que fue muy notorio fue la manera en la que se integraron los peloteros. Que jugaron en donde Tony Peña les pidió. Que hicieron lo que se les pidió hacer. Que no hubo egos, no hubo rangos qué respetar entre los actores del terreno. Lo que hicieron fue convertirse en un equipo. Sí, uno de verdad. Un grupo de mentes que pensaban en el bien colectivo antes que en la gloria personal.

El béisbol es un deporte complicado porque crea ídolos fácilmente, y muchas veces los peloteros “estelares” se sienten con derecho a ser tratados de manera distinta a los demás peloteros. En el equipo de este clásico vimos un Alejandro De Aza codearse con Hanley Ramírez y Robinson Canó como iguales.

Vimos a una súper estrella como Hanley jugar solamente la tercera base, aun cuando su posición natural es el campocorto. Vimos a un plantel de lanzadores sin mente alguna para lanzar cuando se le pidiera.

Vimos un equipo de béisbol. Quizás el mejor equipo de béisbol que veremos en un largo rato. Y eso se debe al nivel de compromiso que ellos asumieron.

Reyes del béisbol
Nuestro conjunto hizo brillar nuestra bandera (y nuestro humilde plátano) a niveles que, en deportes de conjunto, nunca había estado. Hay quienes minimizan la trascendencia del Clásico Mundial de Béisbol diciendo que no tiene el alcance o la importancia que tiene la Copa del Mundo de la FIFA.

Es cierto, no son ni cerca de ser iguales. Pero tienen el mismo nivel y el mismo peso específico de ser el pináculo del béisbol. En términos de béisbol, nada está por encima de esta celebración de países del mundo. Y hoy, finalmente, la República Dominicana (y Puerto Rico) han brillado alrededor del mundo completo. Eso, no cabe dudas, es algo inmenso.

La Copa del Mundo empezó también con pocos países y poca cobertura y hoy es el mayor evento deportivo del mundo. El Clásico Mundial de Béisbol deberá continuar creciendo y capturando la ilusión de los países de poseer una copa de este evento.

Ojalá pronto ampliemos el torneo a 24 participantes y que la Major League Baseball sea finalmente extirpada de su propia creación (un tema espinoso del que no quiero hablar).

Perfecto invicto, ilustre victoria, bendito jolgorio, hermosa historia. ¡Somos los reyes del Béisbol!
Un vídeo final que muestra la dimensión de nuestra hazaña.

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