La incapacidad demostrada por las autoridades para aplicar la Ley de Tránsito está convirtiendo las calles de la capital en una selva, donde nadie está exento de ser atropellado por imprudentes conductores o desaprensivos motociclistas. Conductores con licencias vencidas o con un rosarios de “multas” que nunca pagan, convirtiéndose en los terrores del volante, para los que no existe la legalidad. La mayoría de estos infractores conducen vehículos destartalados, sin cumplir con las normas de seguridad como: luces, frenos y neumáticos en buen estado.
Todos son “padres de familia” que conducen carros públicos o guagua para el transporte de pasajeros. También están afiliados a sindicatos a los que el Gobierno parece temer.
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