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“No llueve. No puedo alimentar a mi familia”, dice Beltinor, un hombre taciturno, con el rostro surcado por arrugas y un tono anaranjado en su cabello, mientras extrae raíces viejas de su pequeño terreno. “A veces pasamos un par de días sin comer”.
La sequía golpea más a una de las partes más desoladas y hambrientas de la nación más pobre del hemisferio y causa alarma en organizaciones internacionales de ayuda como el Programa Mundial de la Alimentación de las Naciones Unidas, que envió personal esta semana para distribuir trigo bulgur, aceite para cocina y sal.
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