Durante una conferencia a finales de 1968, el sociólogo estadounidense Harvey Sacks abordó una de las grandes fallas de los sueños tecnocráticos.
Siempre habíamos tenido la esperanza, argumentó Sacks, de que "con sólo introducir una fantástica máquina de comunicación nueva, el mundo se transformaría".
En vez de eso, sin embargo, hasta nuestros mejores y más brillantes aparatos tienen que acomodarse a las prácticas y supuestos existentes en un "mundo que tiene la organización que ya tiene".
Sacks puso como ejemplo al teléfono.
En Estados Unidos fue introducido en los hogares durante el último cuarto del siglo XIX, y la conversación instantánea a través de cientos y hasta miles de kilómetros parecía casi un milagro.
Para la revista Scientific American, era el principio de "nada menos que una nueva organización de la sociedad, un estado de cosas en las que cada individuo, por más aislado que estuviera, tendría a la distancia de una llamada todos los otros individuos en la comunidad, para resolver un sinfin de complicaciones sociales y comerciales...", según decía su editorial en 1880.
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