El S.S. Ventnor se hundió hace 112 años al norte de la costa de Nueva Zelandia con una carga inusual: los cuerpos de 499 mineros chinos, algunos en ataúdes de madera y otros en cofres de zinc.
Habían ido a la isla de Oceanía para probar suerte buscando oro y pagando como adelanto el viaje de vuelta,sin considerar si lo hacían vivos o muertos. Las historias sobre la leyenda del buque maldito proliferaron desde entonces a lo largo de la bahía Hokianga, el accidente costero más cercano al lugar de la tragedia.
Allí se encontraba el documentalista amateur John Albert, según consigna el sitio de noticias local Stuff, cuando conoció la historia del S.S. Ventnor y "sintió un escalofrío, como si un espíritu lo hubiera poseído".
La referencia apunta directamente a las almas de los mineros que querían ser sepultados en China pero que llevan más de un siglo esperando que su viaje de regreso -que ya está pago- llegue a su fin.
Ellos eran parte de la inmigración china que a partir de 1860 llegó a Nueva Zelanda atraída por la fiebre del oro. Buscaban hacer fortuna para luego regresar junto a sus familias. Aunque la mayoría murieron en la pobreza, era costumbre asegurarse que retornarían a China en cualquier circunstancia.
Así sucedió con los 283 fallecidos que fueron devueltos a Pekin en 1883. Y esa era la deuda que quería saldar Chole Sew Hoy, un exitoso inversor en los yacimientos de oro que además se dedicaba a venderles enseres a los mineros. Para eso había contratado al S.S. Ventnor, que zarpó de Wellington en octubre de 1902. (Continuar leyendo)
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