12.06.2014

Hija de inmigrantes en EEUU tenía tres trabajos y la fatiga le costó la vida

AP.- El humo comenzó a salir de la camioneta Kia apenas un equipo médico de emergencia rompió el vidrio de una de las ventanas traseras. Adentro del vehículo se veía el cuerpo de una mujer reclinada en el asiento del conductor. Las llaves del auto colgaban de la ranura del encendido.

¿Quién era esa mujer? ¿Por qué su vida terminó allí, en la playa de estacionamiento de una tienda barata?

Mientras esperaba que los vapores desapareciesen, la policía notó algo obvio: lucía un uniforme marrón y blanco bastante conocido. Por la noche, amigos la identificaron como María Fernandes, soltera, de 32 años, que trabajaba por el sueldo mínimo en tres locales de Dunkin’ Donuts y a menudo dormía en el auto entre turno y turno.

A los pocos días Fernandes era recordada en la web como una heroína trágica, una víctima de la economía moderna. Algunos amigos que pasaron junto a su ataúd no pudieron contener la ira.

“La sociedad a menudo mira de reojo a la gente que trata de mantenerse a flote”, se quejó Rochelle Sylvestre al tomar la palabra durante el funeral. “¡María ganó la batalla! ¡Está ganando!”.

María Fernandez trabajaba la mayoría de los días de las dos de la tarde a las nueve de la noche en un pequeño local de Dunkin’ Donuts en la principal estación de trenes de Newark. De 10 de la noche a seis de la mañana atendía un segundo local en Linden. Los fines de semana, trabajaba de las ocho de la mañana a la una de la tarde en un tercer local, en Harrison, donde a veces pedía trabajar más horas.

Con frecuencia se veía agotada, según uno de sus compañeros de trabajo, Alaaddin Abuawanda.

Se recostaba en unas cajas de cartón en el negocio de Harrison para dormir 15 minutos. Cuando la llamaban, respondía en broma “no”.

Esta no era la vida que Fernandes deseaba.

Una década atrás les dijo a amigos que quería ser actriz. También habló de estudiar cosmetología.

Había recorrido un largo camino para tratar de hacer realidad sus sueños. Nació en Fall River, Massachusetts, hija de inmigrantes portugueses. Cuando tenía 11 años el padre, un soldador, llevó a la familia a un pueblo de la costa atlántica de Portugal.

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