Jim era su esposo, y había muerto ocho meses atrás. Por eso su sorpresa y su emoción no podían ser más grandes.
En un primer momento pensó que el regalo había sido idea de sus hijos, pero al consultarlos descubrió que no tenían nada que ver. Entonces llamó al florista, que le contó la verdad.
Poco tiempo después de que los médicos le comunicaran que padecía un tumor cerebral inoperable, y que sus expectativas de vida eran prácticamente nulas, Jim Golay, de 53 años, decidió hacer algo para hacerle sentir a su esposa que siempre permanecería con ella. Así se le ocurrió acordar con un florista que le envíe un ramo todos los años, cada 14 de febrero, con esa tarjeta.
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