Alan Abbott y Ron Hast, dueños de la funeraria Abbott & Hast, fueron los encargados, el 5 de agosto de 1962, del levantamiento del cadáver de Marilyn, quien al parecer había cometido suicidio con sobredosis de antidepresivos. Ahora, después de 53 años, publican el libro Pardon my Hearse, donde por fin decidieron contar todo lo ocurrido aquel día, en el que los empresarios creyeron haberse ganado el cielo al pensar que la bella actriz luciría igual de hermosa como ellos la recordaban.
Marilyn, además de una gran estrella, fue un ícono y símbolo sexual, era el deseo de muchos hombres, e inclusive del ese entonces presidente, John F. Kennedy, con quien vivió más que una simple aventura. Ella tenía el don de conquistar y enloquecer a cualquier hombre, por eso fue juzgada y señalada hasta el final de sus días. Infortunadamente no pudo cumplir su más anhelado sueño, construir una familia feliz.
Desilusión y engaño fue lo que sintieron Alan y Ron al llegar a la casa de Monroe aquel día. Su belleza se había esfumado, y el ícono de la sensualidad de Hollywood sería solo un recuerdo. Tenía manchas moradas en la cara, el cuello hinchado y se encontraba boca abajo desnuda en su cama, inconsciente, agarrando el teléfono. (Continuar leyendo)
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